Un músico sueco rescató a un pulpo joven en un mercado y trabajó durante meses para enseñarle a tocar el piano, mientras investigaba cómo respondería el animal a distintas técnicas de aprendizaje.
El músico Mattias Krantz visitó un mercado de pescado, rescató al pulpo Takoyaki e intentó enseñarle a tocar el piano. Krantz explicó que los pulpos tienen capacidad cognitiva comparable a la de un niño pequeño y que cada uno de sus ocho brazos opera de forma independiente. Esta característica llevó al músico a probar diferentes métodos para que el animal interactuara con el instrumento.
Krantz probó teclas con palancas, teclas iluminadas, movimientos guiados y señuelos como pequeños cangrejos falsos. El pulpo no mostró interés sostenido en estas alternativas. El músico entonces construyó un piano especialmente diseñado para Takoyaki, quien observó cada parte del proceso de construcción.
El músico reconoció que no sabía cómo enseñar a un pulpo a tocar. Para avanzar en su experimento, consultó a especialistas en comportamiento animal. Uno de ellos propuso colocar comida dentro de un tubo que descendiera cada vez que el pulpo presionara una tecla.
El sistema, llamado «elevador de cangrejos», acercaba el alimento según la cantidad de notas ejecutadas. Para obtenerlo, Takoyaki debía completar una melodía completa. El dispositivo funcionaba como una barra de progreso adaptada al comportamiento del pulpo.
Tras aproximadamente seis meses de intentos y ajustes, Krantz y Takoyaki comenzaron a tocar duetos. Para el músico, ese momento confirmó que el pulpo estaba listo para ejecutar su primera pieza completa.



