Aunque las desmentidas oficiales se apuren en calmar las aguas, lo cierto es que los indicios que emergen del propio seno del poder económico empiezan a mostrar un horizonte inquietante. “Tres meses picantísimos”, fue la frase que circuló con fuerza, revelando lo que podría ser una hoja de ruta tácita del equipo económico que lidera Luis Caputo. El mensaje, más allá del mensajero, sugiere que la estabilidad prometida podría ser solo una ilusión.
El riesgo país superando los mil puntos, un dólar en alza y tensión social en aumento aparecen como escenarios posibles en la antesala a las elecciones de octubre. Si bien desde el Gobierno aseguran que “la macro está ordenada”, lo que se deja entrever en off es que ese orden depende de mantener el superávit fiscal como escudo frente a los “misiles” que, según admiten, podrían venir desde las provincias o desde una oposición envalentonada.
En esta lógica de ciencia ficción económica, Caputo parece jugar a una estrategia de contención mientras avanza hacia un nuevo ajuste. El déficit fiscal aparece como el blanco predilecto de quienes buscan desestabilizar al Gobierno, pero al mismo tiempo como el talón de Aquiles de un plan que, si se desequilibra, podría volar por los aires.
La advertencia lanzada es clara: la clase media será la que más sienta el impacto. En el fondo, lo que se dibuja es un escenario de resistencia: un oficialismo dispuesto a aguantar hasta octubre como sea, aunque para eso tenga que hacer pasar al país por un túnel económico sin salida visible. Y si todo se sostiene, es solo porque aún no llegó el primer impacto. Pero todo indica que, más temprano que tarde, lo inevitable se pondrá en marcha.