No fue una final más. Lo que pasó el martes por la noche en Avellaneda marcó un antes y un después para Eduardo Domínguez y para Estudiantes. La derrota 2-0 ante Vélez por la Supercopa Internacional no solo le dio un nuevo título al Fortín. También destapó una olla que venía acumulando presión desde hace rato. El ciclo del Barba vuelve a estar en discusión, como pocas veces antes.
El desarrollo del partido fue una radiografía perfecta del momento del equipo: sin ideas, sin peso ofensivo y con un DT que volvió a tomar decisiones cuestionables. Pero lo que más ruido hizo llegó después, en la sala de prensa. Domínguez, lejos de asumir su parte, apuntó directamente al rendimiento de sus jugadores. “Cuando no se hace lo que se trabaja, se nota”, disparó, marcando distancia. Las declaraciones no cayeron bien ni en el vestuario ni en la tribuna. ¿Hay quiebre?
En silencio, el plantel se fue del estadio y volvió a La Plata sin hablar con nadie. Día libre mediante, se reencuentran hoy en City Bell para comenzar a preparar el estreno del Clausura ante Unión, el próximo lunes. Pero puertas adentro, todo parece menos tranquilo de lo que se pretende mostrar.
Hace apenas unas semanas, Domínguez había puesto en duda su continuidad tras la eliminación con Aldosivi en la Copa Argentina. Entonces se habló de roces internos, de decisiones dirigenciales que lo incomodaban y hasta de su disgusto con el rol de ciertas figuras del club. Siguió, tal vez convencido de que podía enderezar el rumbo. Pero esta final perdida, y sobre todo la manera, parece haber deteriorado todo aún más.
El vínculo con los hinchas está roto. La falta de respuestas, el nivel del equipo y la sensación de un ciclo que ya dio lo que tenía para dar, empujan a Domínguez contra las cuerdas. El semestre arranca cuesta arriba. Y la serie ante Cerro Porteño en la Libertadores asoma como la última chance para recomponer la historia.
Hoy, más que nunca, el futuro del Barba pende de un hilo.
DIARIO HOY