El volcán Kilauea, uno de los más jóvenes de Hawái y más activos de la Tierra entró en erupción por vigésimo octava vez desde el año pasado y encendió las alarmas al liberar una potente fuente de lava incandescente que alcanzó hasta 365 metros de altura.
El fenómeno duró aproximadamente nueve horas, según reportaron el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) y el Observatorio de Volcanes de Hawái.
Aunque la actividad se concentra dentro del Parque Nacional de los Volcanes, las autoridades emitieron alertas por la posible presencia de “cabellos de Pele”, fragmentos de vidrio volcánico que representan un riesgo para la salud.
Estas hebras pueden devenir en astillas al ser arrastrados por el viento y ser consumidas accidentalmente. Pueden ser cortantes y causar irritación en la piel y los ojos, además de ser tóxicas si se inhalan.
Pese a que la lava no supone una amenaza directa, la erupción viene acompañada de la emisión de gases volcánicos tóxicos, como el dióxido de azufre, que pueden afectar la calidad del aire en áreas cercanas.
Hasta el momento no se han registrados daños, pero las autoridades se mantienen atentas a la evolución de la situación. La vigilancia del volcán es permanente, debido a su actividad impredecible y su impacto potencial en la zona.
El Kilauea ha tenido 28 episodios eruptivos desde diciembre de 2024, aunque de diversa intensidad y duración. La anterior erupción más significativa ocurrió el 13 de junio último, con fuentes de lava que no superaron los 100 metros.
La nueva erupción del Kilauea reafirma su estatus como uno de los volcanes más activos del planeta.
El Parque Nacional de los Volcanes sigue abierto al público y las autoridades les pidieron a los turistas a respetar las señales, seguir las recomendaciones oficiales y evitar la exposición prolongada en áreas donde el viento pueda arrastrar gases o partículas tóxicas.
Más cenizas
Mientras tanto, en el otro lado del mundo, el volcán Lewotobi Laki Laki, en Indonesia, también mostró una actividad intensa esta semana. Expulsó una nube de materiales volcánicos que se elevó hasta 18 kilómetros de altura en el cielo y depositó ceniza sobre las aldeas. Además, obligó a evacuar zonas urbanas en un radio de 8 kilómetros.
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